#4 Disfrutando del viaje

Cuando aterrizamos después de haber conseguido embarcarnos en esta aventura, e intentamos sortear los retos que se nos presentaron, la preocupación y la falta de aliento se convirtieron en una constante. Y a veces es una sensación tan familiar que hace que disfrutar del presente sea restringido. Es un propósito intentar invertir este ciclo de contención, lo confieso. Creo que la rutina puede ayudar, y todo lo demás también.

Los hermanos siguen despidiéndose por las mañanas como si cada uno fuera a una misión difícil, y es bonito y desafiante de ver a partes iguales.

Además de la rutina que poco a poco se va asentando, estos días hemos tenido reuniones de padres en las que nos hemos dado cuenta de la dinámica, y de que el sistema americano fomenta el trabajo autónomo desde edades tempranas, con tiempo asignado para trabajar en casa.

Estaba un poco aturdida por la cantidad de información, pero muy bien impresionada.

Firmamos un contrato con María y el tutor. Dice lo siguiente: lo que se espera; las sanciones respectivas; las consecuencias de acumular sanciones: más de 10 acumuladas durante el año - y no participas en el viaje de fin de curso, en la ceremonia de graduación ni en nada divertido que surja a final de curso.

Las sanciones son, por ejemplo, retrasos en la entrega de trabajos, faltas injustificadas, uso del móvil en el colegio, etc. No tiene nada que ver con las notas finales en exámenes o trabajos, es básicamente el rendimiento a lo largo del curso.

Con Mercedes, la profesora tiene una dinámica diferente.

Mercedes solía decir que la profesora les pagaba por su buen trabajo. Y que un amigo le debía "diez duros" a la profesora porque dejaba los lápices por todas partes y se iba al patio sin ordenar. En la reunión de padres me di cuenta de que era verdad.

Hay notas de colores de 10$, 20$, 50$ y 100$ que se dan a los alumnos dependiendo de lo que hagan en la escuela. De nuevo, nada que ver con las notas de los exámenes o el trabajo, sino con el rendimiento. Si participan, llegan a tiempo, tienen el aula limpia, se callan cuando tienen que hacerlo, trabajan cuando tienen que hacerlo, reciben dólares de colores. Si llegan tarde, quieren ir al baño en mitad de la clase y ya no tienen pase libre (tienen 4 pases libres al mes para gastar en ir al baño a su antojo), se olvidan de entregar los trabajos a tiempo, etc, pagan.

Por supuesto, he oído críticas al sistema "capitalista" cuando he compartido alegremente lo que ocurría en esta clase. Sin embargo, en el colegio de mis hijos estaba acostumbrada a los premios relacionados con la comida: ¡golosinas! Éste me parece más útil y real, ¡y sin duda más sano!

En el caso de Matias, el esfuerzo también se ve recompensado, eso seguro. Puedo decir que una de sus expresiones más frecuentes desde que está en este colegio es "¡Good Job!" y "¡Ohhh so nice!". Creo que las recompensas aún son sólo verbales. Esperemos.

En la reunión, algunos padres de la clase de Mercedes preguntaron: "¿Y si se quedan sin dinero? ¿Alguien se lo prestará con intereses?" La profesora respondió, sin inmutarse: "Pueden pedir prestado, por supuesto, pero es raro que lo logren, porque sus compañeros se dan cuenta de que soy bastante mano suelta. Si se quedan sin dinero, es porque se quedan constantemente cortos y no logran ponerse al día, lo que significa que no intentan mejorar en absoluto. Nadie quiere en su equipo a un compañero que no se esfuerza ni intenta compensar un mal rendimiento. Espero rendimiento, no resultados. Esos llegarán tarde o temprano con la constancia y la disciplina del trabajo".

No soy maestra, pero como mamá creo que voy a empezar a premiar y hacer pagar con multas el bajo rendimiento y la falta de disciplina en casa. Ya les contaré si tengo hijos endeudados.

La profesora dice que desde que implantó el sistema, todos se acuerdan de ir al baño en el patio y se esfuerzan por mantener todo ordenado en todo momento. A nadie le gusta perder dinero tontamente. A final de curso hay un acto en el colegio en el que llevan lo que ya no usan/con lo que ya no juegan de casa a una especie de "mercadillo", y compran lo que quieren a sus compañeros con el dinero que han acumulado. Llevan trastos al colegio y compran trastos a sus compañeros. Luego hay que hacer muchos cálculos y cambiar e incluso pedir préstamos. Me gustaría ser una mosca.

Siempre he sido partidaria de que mis hijos estudien y trabajen en casa vigilando poquito.

Para unos hijos es más fácil que para otros, para unas asignaturas es más fácil que para otras, pero sigo apoyando la idea de que sean autónomos en sus responsabilidades.

Aquí todavía no puede ser así.

Tiempo estimado de deberes: 45 minutos para Mercedes y hora y media para María.

Teniendo en cuenta sus horarios de salida del colegio, me parece bastante adecuado. Si no fuera porque la oralidad se afianza mucho más rápido que la lectura y la escritura. Me asombra la cantidad de vocabulario que han adquirido mis tres hijos en tan poco tiempo, pero su velocidad de lectura y escritura aún no se corresponde con la facilidad con la que conversan en inglés. Y en matemáticas, por ejemplo, otra dificultad es tener medidas y terminología completamente diferentes. Y los puntos y las comas en los números decimales son exactamente lo contrario a lo que estamos acostumbrados. Y ahora, en lugar de vigilar con el rabillo del ojo, la mesa del salón parece un campo de batalla en el que siempre estamos intentando, con la ayuda del traductor, entender exactamente lo que se les pide. Y uno de nosotros se coloca en medio de las dos, como un pulpo, tocando todos los frentes y traduciendo aquí y explicando allá. Para que puedan llevárselo todo hecho al día siguiente.

Tengo que confesar que cuando termino mi turno de responsabilidades en la universidad y empiezo el de ayuda con los deberes, me entran cosquillas en los ojos. Tardamos mucho más de lo esperado, por supuesto, pero se van al colegio más confiadas después de que les hayamos aclarado en casa las dudas sobre lo que no entendieron en el colegio, y con todo bien hecho al día siguiente. Pero la rutina se instala. Y llegan las nueve de la noche y estamos completamente noqueados.

En medio de esta dinámica, pensé que sería buena idea hablar en la piscina del colegio de Mercedes, ya que sólo había conseguido apuntarla en la lista de espera de las clases de natación para niños de 10 años. A Rodrigo también le pareció buena idea, así que fui a probar suerte.

Les expliqué que yo también era aficionada a este deporte y que mis hijas nadaban desde los 6 meses hasta que llegó la pandemia. Y una de las señoras que escuchó nuestra conversación me dijo: "Quiero verlas nadar, por favor". Me pareció simpático el repentino interés, y pensé que iban a meter un enchufe para que fueran a clases de natación. Las llevé al día siguiente, pensando que iban a hacer unos chapuzones de prueba para asegurarse de que no se ahogarían, y así poder asistir a las clases.

La entrenadora Shelly me reconoció, se presentó a las hermanas y les dijo que iba a conseguirles gafas. Pensé que la prueba era más seria de lo previsto. Entonces estuvo una madre portuguesa traduciendo las distancias en el agua, dos hermanas con los ojos muy abiertos intentando atender a todo y una entrenadora gritando: "¡buen trabajo! pero cuando diga 100 yardas seguid hasta el final, ¡no paréis!" "¿100 yardas?? ¿Qué? Calculé en el traductor la correspondencia en metros, y gesticulé que correspondía a 4 piscinas (algo más de 90m), "y por el amor del santo no os paréis en el muro". Me contestaron gesticulando que habían entendido esa parte.

En resumen, que no van a recibir clases de natación en la escuela de Mercedes, se han apuntado al equipo estatal de Seal Beach y reciben una paliza de natación en una piscina climatizada al aire libre tres veces por semana. Al menos se van contentas.

En su última clase, Mercedes no necesitó ayuda para traducir, le dijo claramente a su entrenadora Shelly que lo sentía pero que "mis brazos ya no funcionan, realmente necesito un descanso". Y la entrenadora Shelly estuvo de acuerdo y le dio "30 segundos de descanso para Mercedes". ¡Un encanto!

Cuando terminan de entrenar yo también respiro hondo y me han preguntado si tengo más niños nadadores. He respondido que sólo tengo hijos ninjas, pero que si es para que le den una paliza en el agua también lo traigo a la piscina. No hay que decir que en los días de piscina es un auténtico maratón llegar a todas partes y acostarlos a todos antes de las 9 de la noche.

En esta dinámica, siempre estamos intentando cumplir con lo que se nos pide, y como no tenemos términos de comparación, no sabemos muy bien qué esperar cuando llega el día de los resultados. Entonces, un día de estos, Mercedes aparece con cara de compromiso y dice: "Mamá, no he entendido muy bien lo que me ha pasado hoy", y claro, con la mente de madre preocupada y la relajación contenida, se pone en modo suspenso... y muestra el premio más codiciado de toda la clase con una nota adjunta de la profesora. Mamá, por supuesto, se derrumba.

¿Qué es lo que no entiendes Mercedes?" y ella contestó: "Acabo de llegar, soy la más lenta de todos en terminar mi trabajo, a veces no me entienden y yo no les entiendo, sobre todo si lo que me quieren decir está escrito... ¿Cómo gané el premio RAH Mcgaugh? ¿Crees que fue un error?".

Le expliqué más, le enseñé su nombre en el papel y me confirmó que lo había leído varias veces antes de atreverse a meter en la mochila el premio de plástico que para mi vale oro, pero también se emocionó cuando le expliqué exactamente lo que había escrito la "profesor capitalista" que ya parrece que la conoce muy bien.

Volvimos a casa intentando bajar la guardia en lo que a relajación se refiere, y María llegó una hora más tarde. "Papá, hoy no he entendido mis notas. ¿A cuánto están los porcentajes aquí? Pensaba que el 100% era lo máximo, pero he sacado unos cuantos 100 con algo, a lo mejor no he sacado buenas notas como antes..." Fuimos a investigar, al parecer puedes superar los 100% si lo haces todo bien y completas los bonus. "María, ¿hiciste alguna bonificación?" "Ah, había un apartado que ponía bonificaciones, e hice todo lo que salía, pensé que las bonificaciones eran algo bueno". Sacó casi todo A+, y mamá volvió a derrumbarse. Creo que papá también, pero lo disimula mejor.

Fuimos a recoger a Matías y la señorita Megan, que había sugerido construir un tesoro "Lugar seguro", alabó nuestro trabajo y dijo que Matías no sólo le explicó con detalle quiénes eran cada uno de sus tesoros, sino que durante el día pidió que le dejaran solo para disfrutar del libro que le habíamos hecho y decir bajito los nombres de cada uno de los que aparecían en las fotos. Y mamá, pobrecita, a esas alturas ya parecía una auténtica llorona.

¡Todo en el mismo día!

Los días siguientes tuvimos una fiesta de helados en el colegio de Cuca, a las 6 de la tarde después de cenar, con los profesores sirviendo helados y los niños jugando en el patio del colegio. Nos encontramos con una de las parejas que ya habíamos conocido en la fiesta de la hija de Jenny, que nos pidió que habláramos de esta experiencia de vivir en otro país con toda la familia, ya que se están preparandose para hacer exactamente lo mismo en España dentro de dos años.

Recomendamos Valencia, obviamente. Y estuvimos charlando un buen rato.

En un momento dado, la mamá, que da clases de inglés y teatro, nos preguntó si necesitábamos algún libro, y le expliqué que tenemos todo proporcionado por el colegio, excepto la lectura de 40 libros para Mercedes, (1 libro a la semana durante 40 semanas - las tareas asociadas a la lectura de libros son para otro post). Nos dijo que pasáramos al día siguiente, y fuimos a la biblioteca personal de sus hijos y alumnos para coger lo que les apeteciera traer para mis hijos.

Este desprendimiento de las posesiones físicas y la generosidad de los desconocidos, capaces de empatizar hasta el punto de comprender lo que necesitamos y ponerse a nuestra disposición para ayudarnos de diversas maneras, es lo más hermoso que hemos aprendido hasta ahora. Sin duda volveremos a casa más ricos, aunque probablemente descapitalizados.

El fin de semana decidimos ir a la playa, Bolsa Chica, (una buena playa con música en directo todo el día) y además de lo que nos ofrecieron en la comunidad, Colin y Jenny (supuestamente mi jefa, pero que cada vez se parece más a una querida amiga), acaban de equiparnos con sombra y otros equipos, y nos han prestado un "pase de aparcamiento" para acceder gratis a cualquier parque o playa. Al fin y al cabo, a nadie le gusta ver a la gente gastar dinero tontamente.

Así que nos fuimos, dispuestos a pasar un maravilloso día de playa. Bolsa Chica está bien, pero a las chicas les encantó Huntington Beach por su ambiente surfero y su energía que huele un poco a casa.

Cuando llega el viernes, realmente cambiamos de aires y parece que realmente estamos de vacaciones durante nuestros días de descanso. Este fin de semana fuimos al Museo Paul Getty, y fue agradable volver casi 25 años después y darme cuenta de que sigue siendo igual de bonito, con unas vistas increíbles y lleno de obras magníficas. Sólo en el ala europea, en la misma sala había: Monet, Manet, Degas, Van Gaugh, Goya y Sorolla. Totalmente gratuito para que el arte y el conocimiento lleguen a todos.

Y al día siguiente volvimos a Lego. Cada vez que Matías encontraba los folletos y mapas del parque en algún sitio, se esforzaba, en varios idiomas, en explicar que quería volver a ese parque, que le gustan mucho los Legos. Y la suerte quiso que el ticket que compramos tuviera entrada para dos días diferentes. Con acceso al acuario y al parque acuático, todo de Lego. Fue una locura.

La única pega es que Matías, que empieza a dominar los tres idiomas, dice claramente que quiere venir todos los días a este parque. Everyday, ok?

En medio de estas aventuras, nos las arreglamos para encontrar un concesionario de bicicletas de segunda o quinta mano (¡qué más da!), y pudimos comprar suficientes beach cruisers para movernos por toda Seal Beach.

Espero que podamos hacer muchas rutas con ellas, y que la preocupación y moderación dé paso al espíritu relajado y despreocupado que tan bien caracteriza a los californianos.

Prometo esforzarme por aprenderlo de ellos.

Mañana Cuca tiene su primer examen de matemáticas. Está sentada a mi lado con los dientes apretados, haciendo ejercicios.

Intento relajar la mandíbula y concentrarme en lo que Rodrigo me ha dicho y yo me he prometido: disfrutar del viaje.